lunes, 29 de junio de 2009

Dos mundos sin destino


La lucha diaria por no olvidar jamás los días ya pasados, me estremece y me hace perder medio día, entonces pues, ando anclado en el principio de mi vida, recuerdo mi inocencia, recuerdo como la perdí, en uno de esos “mediodías” que si vivía. Es extraña la sensación de inocencia y maldad que se concentran en mi alma, como un extraño sabor de boca al despertar, seca y absurda. Esta medida, de recordar diariamente mi pasado, me obliga a conectar socialmente el modo automático, de respuestas simples y lo que coloquialmente se conoce como “lo que la gente quiere oír” , a veces, me siento desdichado al vivir en un mundo mucho más irreal en el que yo me siento a gusto.
Un lugar donde la ilusión aparecía a la vuelta de cada esquina, donde el barro se creaba para saltar en él, en donde te ganabas un guantazo por cualquier impertinencia, donde aprendías un nuevo idioma llamado matemáticas. Y ese mundo… Vosotros me lo habéis robado.

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