sábado, 26 de diciembre de 2009

Más cerca de Soseki que de una barra de bar


No sé muy bien que voy a escribir, sólo tenía esta frase en mi interior, y pese a las personas que me han rodeado este fin de semana son de grata presencia, yo, realmente no estaba para ellos. Ando en otra época, por llamarlo de algún modo, me hallo ante una época de recogimiento en mí mismo. El día jueves 24 de diciembre, la madre de mi sueño en vida, me regaló un libro, esta vez, no era un libro de los que suelo tener en mi lista de peticiones, era el nuevo libro de Sánchez Dragó, este personaje tan polémico como inteligente. En realidad, era un libro que me apetecía degustar, digerir. Después de cenar en familia, salí a tomar algo, a charlar, a disfrutar al fin y al cabo, pero yo no estaba allí, no me encontré, no conseguí disfrutar de las miradas de esos jóvenes extrovertidos, cada cual con su pensamiento, cada cual con su tema, con sus palabras. Sentí la rabia en mis sienes, sentí el frío en mi nuca, sentí mis pensamientos ahorcándome el corazón. Después, fuimos a una de estas discotecas donde la música te revienta los tímpanos, y el alcohol fluye más rápido que cualquier río, pero no me sentía yo, no sentía la música de los éxitos de hace años, no sentí a Extremoduro cuando realizaba una oda a salir de fiesta, a beber, al rollo de siempre, a meterse mil rayas... No sentí que aquel era mi sitio, mi lugar y mi momento, sentí la eterna soledad rodeada de gente, la impersonalidad de los ligues de medianoche. Sólo tenía un mensaje en mi contestador: "Más cerca de Soseki, inmortal y tigre que de una barra de bar"

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