jueves, 15 de diciembre de 2011

Tecnocracia


Ha llegado a nuestras vidas la tecnocracia, y como si de un baile de música disco se tratara, bailan nuestros gobiernos de los parlamentos, para llenarse de “profesionales”. Todo ello supeditado a las ayudas que recibirían los estados con “problemas” si hacen caso de las recomendaciones, que es la de dar el poder a aquellas personas formadas en el más intenso y excitante neoliberalismo.

Si el parlamento italiano vota a favor de la llegada Mario Monti al gobierno, se estará llevando a cabo el último paso para deslegitimizar el voto emitido por los ciudadanos en las elecciones generales, que si ya de por si valía y vale de bastante poco, servía a mucha gente como analgésico democrático.

Los mercados y los poderes se quitan la máscara al son de los tecnócratas, que parecen ser los mejor dj´s económicos del momento. Todo esto obviando el pasado de todos ellos, muy implicados en fraudes, y en agencias de descalificación, que marcan el futuro de todos los países, en beneficio de sus intereses.

Tecnocracia, nuestra próxima aristocracia en el absolutismo neoliberal.

La revolución no es gratuita


La revolución no es gratuita, en ella hay ingredientes muy variados, hay esfuerzo, lágrimas, ilusión, aprendizaje, corazón, indignación, pero hoy, me quedaré con dos de esas sensaciones que hacen que la revolución, que aun no siendo gratuita (pues a ella hay dedicarle muchísimas horas) sea gratificante, y que afianza las convicciones ya existentes en mi interior.

La primera de ellas son las lágrimas, que llega siempre acompañado del retumbar del pecho (que es la segunda), con una sensibilidad a flor de piel, al ver situaciones que sólo podía imaginar en mis más orgásmicas masturbaciones mentales.
La colectividad que dentro de la revolución se está manifestando, es en mucho de los casos, ilusionante. De ella, siempre se aprende algo nuevo cada día.

El camino puede comenzar por admitir nuestro papel de consumistas, y jugar en ese papel para dar un cambio real en nuestras vidas, y en nuestra manera de concebirla. Hay que lanzar a la calle el órdago de saber que hay detrás de cada producto que consumimos minoritaria o mayoritariamente (calidad del producto, en qué condiciones están los trabajadores, la sostenibilidad al crear ese producto).

ESTAMOS EN MARCHA, Y AHORA, RESULTA IMPOSIBLE PARARLO. LA REVOLUCIÓN CAUTIVA.

Rouco vuelve a casa por Navidad (Vanidad)


’Rouco pide que la ley de Dios vuelva a ser “un órgano decisivo en las actividades públicas”

Leyendo este tipo de “alentadoras” noticias, sobre el devenir de España, y sus 36 años de Conservadurismo de pan y circo, uno, no puede más que reírse, por no llorar.
Nadie más osado que el ser humano para creer tener la verdad y la fe del mismo Dios, y hacerlo a su imagen y semejanza. En el caso de la religión católica, una imagen de crueldad, horror, odio y depravación.
Ahora, esta costosa institución eclesiástica, pretende que esas leyes inventadas por inventores (valga la redundancia) de ideologías, se introduzcan en nuestros ruines gobiernos. Con ello, no buscan la felicidad de la humanidad, ni que se imponga el bien sobre el mal, quieren poder, quieren la riqueza, quieren que la sociedad masajee la espalda a sus egos, y nos sometamos a una religión podrida en su cuna y en su tumba, que llegará tarde o temprano.

Este es mi regalo para usted, Monseñor.

Anorexia. Natalie: Una lucha contra sí misma.



“Cada aspecto de mi carácter está ligado a mi anorexia. No sería más que una cáscara sin ella.” Natalie.





El cuerpo se ha transformado en un campo de batalla. Los desórdenes alimenticios y la obesidad son enfermedades cada vez más extendidas y complejas: la anorexia y la bulimia se están diseminando por todo el mundo, incluso en áreas en las que ni siquiera se había oído hablar de ellas. Más de un millón de personas en el Reino Unido tiene algún tipo de desorden alimenticio. En Estados Unidos, ese número es, como mínimo, ocho veces más alto. La anorexia tiene el mayor índice de mortalidad entre las enfermedades psiquiátricas: más del 20 por ciento de quienes lo sufren no sobrevive. Son estadísticas tremendas para una enfermedad que recibe poca atención.

En Occidente vivimos en una cultura del desorden alimenticio. En cierto sentido, todas las mujeres y muchos hombres vivimos con un cierto grado de ansiedad acerca del cuerpo y la comida. En algún momento u otro, todos sentimos que valemos lo que pesamos en la báscula del baño.

Sin embargo, como dijo la editora de la Vogue británica, nadie se vuelve anoréxico sólo por hojear las páginas de su revista… La anorexia no se trata de la talla que quieres tener. Los desórdenes alimenticios son enfermedades complejas, enraizadas en una angustia psicológica y emocional, donde la comida se usa como una forma de lidiar con un sinfín de problemas que parecen insalvables. Empieza como un esfuerzo vano para meter en cintura a una vida que parece no tener control; para conjurar la repugnancia por uno mismo consiguiendo la pérdida de peso. La anorexia provee una capa de invisibilidad donde el dolor, la desilusión, el miedo, el sentimiento de insuficiencia, el deseo, son suplantados por una obsesión con la comida y el peso. Pero, claro, nunca se es lo suficientemente delgado y la anorexia toma el control con una despiadada y adictiva voz que fuerza a sus víctimas siempre un poco más allá en el camino de la inanición.

Siempre he preferido involucrarme en proyectos a largo término en los que realmente pudiera entender mi trabajo, en lugar de entrar y salir de las situaciones como una paracaidista. Durante seis años, he vuelto una y otra vez a trabajar sobre los desórdenes alimenticios. Son temas sociales, psicológicos, médicos, políticos. Me interesan porque hablan de la relación que tenemos con nuestros cuerpos, nuestras identidades y el mundo que nos rodea.

En mi trabajo, trato de desentrañar las estadísticas para revelar lo que subyace en su interior: los rostros, las vidas afectadas, las voces que no se oyen. Mi mayor responsabilidad es para con las personas que fotografío, que me dieron su confianza, y mi mayor deseo es no decepcionarlas. La anorexia y la bulimia son enfermedades inmensamente secretas que destruyen vidas del otro lado de la puerta. Las mujeres y hombres que valientemente me dejaron fotografiarlos en la intimidad lo hicieron porque creen que ésta es una manera de ayudar a los demás a entender, y a los que sufren, a buscar ayuda.




“Una voz ronronea constantemente en mi cabeza: ‘Estoy demasiado gorda, demasiado grande, ocupando demasiado espacio’”. Natalie







“No aprendí la palabra anorexia hasta que cumplí 7 años y me llevaron a rastras a un psiquiatra, pero desde los 5 supe que mi mamá estaba disgustada y no comía, y sé que yo estaba disgustada y me sentía mejor cuando tampoco lo hacía.” Natalie








Privada de autoestima por circunstancias de la vida, recurrí a los números de la báscula como medida de mi valía” Natalie







“Uso mi cuerpo para expresar exteriormente lo que siento. Mi cuerpo es el lienzo, mi anorexia es el artista. La obra de arte, un esqueleto caminante que refleja el vacío infinito que siento dentro de mí.” Natalie








“Estuve conectada a una sonda nasal durante un año, pero estaba constantemente llorando y quejándome por lo gorda que estaba, así que a veces simplemente me la arrancaba.” Natalie








“La anorexia es una forma de externalizar mi dolor emocional. Es como cortarme el brazo con un bisturí.” Natalie









“Puedo entender, en mi mente racional y cognitiva, que si me tengo que comprar ropa de niña es porque estoy delgada, pero emocionalmente, todavía me miro en el espejo y veo una bola de grasa.” Natalie








Natalie después de la operación en que le sacaron los implantes de silicona por temor a que se desplazaran. Su cuerpo no desarrolló senos debido a la anorexia infantil.








La medicación de Natalie incluye calmantes, antidepresivos, somníferos, antibióticos, esteroides y digestivos.







“Estoy tratando de ocuparme de una persona que está muriendo, que me dice varias veces por día que quiere dejar de comer.” Heather, compañera de Natalie.








"Cuando las cosas se ponen difíciles, me privo de la comida para recuperar esa falsa sensación de control. Así ha sido, una y otra vez, a lo largo de mi vida.” Natalie




Esta es la impresionante historia de Natalie, que hace reflexionar el desprecio que sentimos hacia las personas que sufren este tipo de enfermedad, que muchas veces se confunden con el capricho. Este reportaje ha sido extraído de Periodismo Humano.