lunes, 22 de diciembre de 2008

8 horas diarias

Todo se adivinaba siniestro, macabro, lleno de incertidumbre y de mucha grandeza, un almacén vacío, mi yo físico y mis millares de personalidades, reflexionando sobre esto y aquello, planteando teorías imposibles, danzando entre pasillos con ubicaciones concretas, candados, hojas y mucha tristeza por mi situación. ¿Es acaso lo que me espera el restos de mis días? ¿Será la tristeza emperadora en mi ser?
Es increíble lo que la soledad acompaña en algunos caso, como cultiva pensamientos, como nada con la coherencia y la incoherencia a la vez sin estorbarse, como transcurren ocho horas diarias entre pensamientos de responsabilidad barata y muy mal pagada, poniendo soluciones fáciles para el sufrimiento como el suicidio, todo ello hasta el punto de pensar la cara de odio y asco que pondría la mujer de la limpieza que acude cada día cuando viera que me he ahorcado y ella egoístamente piensa en las heces que le tocará limpiar por un sueldo mísero y en algunos casos de esclavo, para hacer rodar la rueda del consumismo con su móvil nuevo.
El único ruido apreciable era el de la calefacción, que a llegado a lograr que parezca este almacén un minúsculo infierno lleno de trampas y de un aire caliente agobiante, en el que te sientes irrisorio ante todas las fuerzas térmicas, no soy nada, no somos nada.
Nunca he sido amante del orden, de procedimientos, normas, vestimentas, hipocresía, cinismo, desesperanza, y de todo ello, está lleno este almacén, intereses ocultos más allá del dinero, personas que intentan resurgir el orgullo que hace tiempo perdieron de una manera lícita. Miles de piezas para miles máquinas de matar, todo ello servido en bandeja de madera por un ser como yo, que odia la guerra, que se ha visto obligado a ser misántropo por la actitud individual y vulgar del ser humano, nacido en la avaricia y siempre con una etiqueta bien grande con su precio.
Una contradicción sobre mí mismo, una mentira creada por el monopolio de sociedad, una batalla perdida constante, fatigado, anestesiado por el único nexo que me une a todo este engaño manifiesto, un poder lleno de sensualidad y una voz muy dulce, ciertos aires de niñez que me recuerdan que debe existir un lugar mejor, que todo es un completo error de percepción, tiene un poder que realmente no ve, no lo valora, más bien lo ignora. Se me retuerce el alma, el corazón y mi existencia al pensar en sus caricias, al notar las yemas de sus dedos eternas en mi, al sentirme abrazado las noches en las que el frío aprieta y mi soledad interior aumenta sintidiéndose débil y sin fuerzas para seguir. Ese poder logra alejarme de los bares, de olvidarme con alcohol, de arrancarme las venas y dejarme ir muy lejos, logra hacerme en muchos casos bien, desata mi lado más animal, mis instintos primarios, secundarios y terciarios, logra arrancarme versos en las noches que me dice que ya no me quiere.

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